Gracias. Muchas gracias. Gracias por los insultos, por las amenazas y por el menosprecio. Gracias. De corazón, y a usted muy especialmente, don Miguel Ángel Rodríguez, por sus regalos de amor hacia los catalanes como el tweet que publicó en su cuenta riéndose de la institución de la Generalitat y cuestionando que hubiese llegado a los 130 presidentes.

Gracias por los chascarrillos bobalicones, las tertulias de indocumentados y los chistes sin atisbo de humor. Gracias con todas mis fuerzas. Me he reído mucho durante estos años. Hemos pasado grandes momentos juntos. Habéis dado argumentos a programas televisivos de humor y habéis creado en el imaginario colectivo la sensación de que sobrábamos en esa comedia. Por estos motivos, y por otros muchos más, no me cansaré de daros las gracias.

Gracias por minusvalorar nuestra Historia, la que se escribe con mayúsculas. Por distorsionarla, tergiversarla, situarla en el territorio de la ficción sin más argumentos que la imaginación más fértil y sin ningún otro objetivo que intoxicar. Gracias por ningunear las historias pequeñas, aquellas que se escriben con minúsculas pero que forman parte del patrimonio humano más preciado. Gracias por las campañas mediáticas que inventan conflictos, por las portadas con exceso de Photoshop, por los titulares tramposos y los pies de foto que causan vergüenza ajena a aquellos que atesoran un mínimo de criterio en su pensamiento.

Gracias por los tweets escritos con una sospechosa muestra de alcohol en sangre y los emoticonos cargados de cianuro. Gracias por situar las cámaras en aquellos lugares que no añaden información sino que la reducen al terreno de la anécdota y gracias, también, por convertir estas anécdotas en categoría. Gracias. Muchas gracias. Pulitzer estaría orgulloso, por la imparcialidad, la objetividad y el exilio de las más bajas pasiones: ira, agresividad y deseos de venganza.

Gracias por la chulería, la pose de matón de futbolines, el tono altanero, el verbo grueso y la insinuación de una futura invasión por tierra, mar y aire. Gracias por esas muestras de amor incondicional, por esa desaforada pasión que tanto une todo tipo de relaciones. Gracias por la inteligencia emocional que habéis demostrado algunos, por esa innata capacidad para gestionar los sentimientos y expresarlos de manera educada y correcta. No hay suficiente espacio en las estanterías de las librerías para situar los libros que se podrían escribir sobre semejante coaching emocional. Gracias de parte de Maslow, Jung y Freud.

Gracias por las sentencias. Gracias por los tribunales tan y tan objetivos y despolitizados. Gracias por los decretos ley. Gracias por el pánico a las urnas. Gracias por repetir mantras que de tanta repetición han entrado en la atmósfera de aquello que suena patético. Gracias por la falta de empatía, de diálogo y de cintura política. Gracias. Muchas, muchas gracias. Se han abierto nuevas páginas en el mundo de la estrategia política, la comunicación 2.0 y la diplomacia internacional. Gracias por semejantes lecciones de liderazgo. Gracias de parte de Gandhi, Martin Luther King y William Wallace. ¿Y la europea?

Gracias, en definitiva, por la enorme labor realizada en favor del movimiento independentista. No desfallezcáis en vuestra lucha por demostrar que no nos queréis, que sobramos en vuestro proyecto (si es que existe) y que cada vez resulte más complicado conectar emocionalmente con aquello que se supone defendéis. Gracias. Resultará difícil encontrar en las localidades catalanas suficiente número de calles y plazas que os rindan homenaje. Inauguraremos jardines, pabellones deportivos y bibliotecas con vuestros nombres.

Finalmente, y junto a vuestro desprecio, se atarán la ilusión, la dignidad y las sonrisas. Porque, más allá de las soflamas hispanocéntricas, de la mentalidad de colonizador y de un pretendido derecho de conquista, están el sentido del humor, las ganas de vivir y las inmensas energías necesarias para construir proyectos colectivos transversales. Gracias. Muchas gracias. Moltes gràcies. De tot cor.

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