Desde la implantación del euro, Europa ha cambiado ostensiblemente: los estados han cedido soberanía en nombre de una sola política económica común; esta la aplican a dúo la Comisión y el Banco Central Europeo; desde las bambalinas dirige la obra la señora Merkel, quien ha montado una representación moderna –con escenografía estilo democrático– de lo que otrora fuera el imperio austro-húngaro o más tarde el gran Reich; y de fondo música de Wagner.

Estamos en el segundo acto de la obra y a estas alturas de representación ya sabemos que Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia y Chipre, al menos, han rendido homenaje y pagan parias a la emperatriz. El sultán del gran reino de taifas francés, señor Hollande, cada vez tiene menos papel en escena.

Un coro calvinista alaba la grandeza del dios de los mercados, quien reparte bendiciones a los pueblos elegidos del norte y castiga a los holgazanes del sur. ¡Alabado sea Thor!

Nos queda por ver el tercer acto, aunque es previsible el desenlace: los bárbaros dominarán Europa e impondrán el culto a sus dioses mercantiles. Desconocemos si algún figurante acabará repartiendo mandobles de rabia o si entre el atrezo algún cómico incorporará al acto los arcabuces. En todo caso, como las anteriores represe ntaciones de esta misma obra, parece razonable aventurar que el público ocupe la escena y boicotee la farsa.

En este espectáculo el Reino de España está representado por un alcaide llamado Rajoy, cuyo papel consiste en proteger el castillo que le han encomendado y evitar que las hordas de indígenas, muertas de hambre, invadan la marca del imperio.

Per Joaquim Cava / Llefià

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