El Ayuntamiento. A media asta la negra bandera. La ciudad acompaña el duelo. Hoy no hay urgencias, mociones, ruegos ni palabras. Hoy hay frío y muerte alrededor de la caja sellada. Acompañamos silenciosos y mudos la muerte del hombre que durante dieciséis años gobernó la ciudad de Badalona.

Un hombre me mira, abre sus pequeños ojos oscuros hacia mí, me mira desde la quietud de la fotografía que proyecta su fisonomía. Es él, Joan Blanch i Rodríguez, el hombre, el político, el alcalde, y en sus ojos veo el reflejo de sus pupilas, el reflejo de su timidez, de su intelecto, de sus convicciones, de su libertad. Y en esa mirada inmóvil, me viene, de pronto, el sentimiento de mi trayectoria socialista, y me tiembla un poco la mano, al recordar esa mirada fija y desafiante en la defensa de sus ideas, de sus proyectos olímpicos, urbanísticos o sociales. Y me entristece recordar el pasado, los libros en la mesa o bajo el brazo acompañando sus paseos; frases repetidas a lo largos de los años que quedarán inamovibles en algún lugar de mi memoria; y me entristece recordar quién fue, los momentos socialistas compartidos, y saber que él, junto con otros compañeros, ya no están.

Creímos que se marcharía con su ideología, en busca de otros territorios, de nuevas perspectivas, de nuevas gestas, pero al final todo vuelve, porque nada se va definitivamente, porque el socialismo siempre se lleva en el corazón. Hay hechos que se acomodan en nuestra piel, tatuajes invisibles de toda experiencia vivida. Y al final el recuentro de todos, bajo el manto inerte de la silenciosa dama.

Me escapo con la escritura intentado huir de la muerte; la muerte del otro y la mía, pero se aferra en el pecho, en el estomago, en el mió, en el del otro. Miro el cadáver silencioso, ya no hay armaduras, ya no hay poder, ya no hay posiciones convincentes o contrarias, ya no quedan amigos a quien querer o enemigos a quien reprobar; solo queda como amiga la quietud, la paz, el silencio que calla para siempre.

Compañero socialista, atrevido, audaz y libre, que desafió batallas ideológicas, abiertas a todo tipo de argumentaciones, se despide hoy archivando la carpeta con todos los proyectos de su vida, personales y políticos, que idearon su destino. Quizás antes de marcharse, se despedirá de su ciudad, desde los grandes ventanales que miran el mar de Badalona, desde allí, el BCIN, su obra, su templo sagrado.

La ideología fue nuestro hilo conductor durante años. La ideología que una gran parte de la vida ha ido extendiendo su hiedra por mi cuerpo ideológico, y ahora, cada vez más cercana a la muerte que a la vida, se me enredan en la garganta todas las muertes presenciadas; se me lía una tristeza de alma, la tristeza que provocan las pérdidas; las ausencias que traspasan la piel como un delgado hilo, que va tejiendo sin pausa el camino que lleva del sol hacia la sombra, de la sombra hacia la noche, de la noche hacia la eternidad.

por Mari Carmen Lozano

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