La obsesión por los millares de muñecos de Papá Noel asaltando los balcones de nuestras casas, aunque remite respecto a años anteriores, sigue vigente en cuanto se acerca la Navidad.

Hemos pasado de adornar con guirnaldas, espumillones y lucecitas los belenes y árboles navideños a la proliferación de viejos panzudos con barba blanca y vestimenta roja escalando impunemente nuestras ventanas, balcones y terrazas. Aparte de la enorme cutrez que supone ver los edificios de lejos como auténticas rastras de chorizos colgados, parece que una horda roja de extraterrestres –quizá procedentes del planeta Marte– nos haya invadido.

Asun Sánchez

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