Me sorprendió mucho lo que dijo la consellera Rigau sobre el auto del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya en relación con la enseñanza de las lenguas en Catalunya. Interpretaba que, si un solo alumno pedía toda la enseñanza en castellano, los demás alumnos debían plegarse a esta petición. Yo no soy jurista, pero dicha interpretación me pareció totalmente injusta, impropia de un tribunal. El artículo de Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional (“La lamentable farsa”) me ha aclarado el auto: lo que dice el auto es que en la enseñanza deben usarse ambas lenguas. Lo que interpretaba la consellera Rigau pudo ser producto de un error o de mala fe. Quiero pensar en lo primero, ya que si hubiese obrado de mala fe sabiendo las reacciones que desde el fundamentalismo catalán se iban a producir, habría contribuido conscientemente a agravar un problema cuya solución ya está legislada: el bilingüismo en la enseñanza.

Acabo diciendo que también hay un fundamentalismo español y ambos se retroalimentan. Con lo fácil que sería aplicar en la enseñanza lo que se da en la calle: el uso de ambas lenguas

Per Carlos Pérez / Lector

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