Llevo veinte años impartiendo clases entre adolescentes con muchos hiperactivos por medio. ¿Qué decir de la hiperactividad? Pues que sí, que existe, pero no como una enfermedad sino como un negocio por un mal hábito adquirido.

Artículos científicos, observaciones escolares e investigaciones de médicos ratifican lo anterior. Malas costumbres al dormir, abuso de azúcares antes de ir a la cama, ausencia de rutinas en casa, ausencia de esfuerzo en tales rutinas, ausencia de disciplina y de límites más la impulsividad que ello conlleva, son las causas probadas que muchos estudios clínicos han demostrado y que explican como la sociedad permisiva de hoy en día promueve la plaga actual del TDAH.

Ante el anterior alud de pruebas, no se comprenden dos cosas. La primera, cómo un trastorno que se diagnostica por observación y no por análisis clínicos, se trata con anfetaminas. Parece más lógico que si la hiperactividad resulta algo conductual y adquirido por unos malos hábitos, no debería tratarse con psicotrópicos, drogas que cuestan 30 euros la cajetilla y con efectos secundarios no deseados.

Debo mencionar aquí que la mayoría de alumnos hiperactivos que he conocido sufrían algún desmayo en clase bajo tales narcóticos, retrasos en su crecimiento y desidia como estudiantes. La segunda cosa que no se entiende es cómo se permite que existan cursos oficiales de formación permanente sobre el TDAH para docentes y personal sanitario si existen dudas contrastadas sobre lo que se predica. ¿No está resultando la hiperactividad dudosa un lucrativo negocio?

por David Rabadà

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