Mi alma necesita inspiración como el cuerpo necesita agua. El silencio se convierte en palabras y las palabras se transforman en ti. No sé qué decirte. No sé de qué poder hablarte. Camino, observo y escucho. Hay violencia en las calles y en el mundo. Intolerancia y cobardía. Libertad asesinada.

Hemos introducido al pueblo en un teclado y el mundo virtual ha evaporado cualquier atisbo de bondad. La historia del progreso y de la humanidad. Imposible desandar lo andado. Y la consecuencia es que hemos construido globalizaciones mundiales o locales que nos arrastran hacia sueños robotizados. De pie, asomada a la ventana, veo el campanario de Santa María y su esférico reloj, veo el cielo limpio y los tejados enmohecidos de historias. De cara a la ciudad, la imagen alada de tus manos, el diminuto guiño de tus gestos, el escalofrió eléctrico dispersado cual gota de tinta en el agua. El abrazo clandestino que inspira el tiempo de hoy.

Es viernes y la gente ha desaparecido en las mesas de los restaurantes, en las cocinas, en los comedores. Penetro en la profundidad de la mañana. Paseamos, hablamos, jugamos. Las palmeras tienen un halo de alegría. Qué felices, la otra y yo, en un mundo invisible. Hacia la izquierda podemos encontrar rosas rojas, para un mundo sin venganzas, para un mundo sembrado de paz.

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