No os voy a hablar ni de las características del coronavirus, ni de que es extremadamente contagioso, ni de todos los efectos que produce ni de nuestros heridos y de nuestras bajas en esta guerra.
Porque a nadie le debe quedar la menor duda de que esto es una guerra del siglo XXI: sin balas, sin explosiones atómicas y mucho más sofisticada. Una guerra contra un virus.

Quiero deciros directamente que vamos a ganar. Porque contamos con el mejor arsenal contra nuestro enemigo. Tenemos inteligencia en nuestros científicos luchando contrarreloj para que tengamos vacunas y fármacos para defendernos mejor; tenemos capacidad con millones de personas poniendo medios para detener al enemigo y con millares de administraciones y gobiernos organizando servicios mínimos, proveyendo de material, atendiendo a los más vulnerables, protegiéndonos a todos y a todas, garantizando nuestra seguridad.

Gobiernos en primera línea movilizando todos los medios humanos y materiales y sumando a los de las administraciones supramunicipales para asegurar la salud de nuestra ciudadanía.

Estamos en tiempos de generosidad. Es magnífico comprobar las muestras de solidaridad y generosidad de los unos hacia los otros. También de disciplina. Somos un pueblo un tanto indisciplinado por naturaleza pero, cuando las circunstancias lo requieren, somos tan activos y responsables como el que más.

Inteligencia, capacidad, generosidad y disciplina: nuestras armas para ganar esta guerra.

También quiero expresaros las armas de nuestro enemigo, el virus: el egoísmo, la cobardía y la indisciplina. Cuando acaparamos, facilitamos armas a nuestro enemigo; cuando eludimos nuestras responsabilidades, nos constituimos en arma de nuestro adversario y, cuando no seguimos las directrices que nos marcan las instituciones, proporcionamos la diseminación de nuestro enemigo.

Insisto. Podemos estar seguros de la victoria. Cada día vemos a millones de héroes anónimos que aportan elementos imprescindibles para nuestra victoria. Todos aquellos y aquellas que, con su trabajo y poniendo en riesgo su integridad, nos aseguran los servicios mínimos, el abastecimiento del agua, la luz, el teléfono, las comunicaciones…

Héroes anónimos a los que quiero rendir mi más sincero homenaje. Gracias a todos y a todas por vuestro coraje, generosidad y valentía.

Quiero terminar asegurándoos que desde todos los gobiernos locales actuaremos a la altura del ejemplo que nos dais para reducir al máximo las consecuencias de esta guerra. Ciudadanos y ciudadanas, compañeros y compañeras, estando todos juntos, la victoria es nuestra.

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