El pasado día 10 de junio se cumplieron 20 años de la tragedia, el hundimiento y consecuencias del puente sobre la riera de Magarola, en la N-II a la altura de Esparreguera. Una nocturna tormenta de enorme intensidad provocó una excepcional crecida relámpago en el torrente en cuyo cono de inyección se situaba dicho puente de reciente ampliación. Dos amigos murieron mientras se dirigían a sus puestos de trabajo en la Seat a las seis de la mañana, los hermanos Sánchez Justo, y dos guardias civiles que acudieron a rescatarlos también perecieron en el intento, así como otras personas fueron arrastradas torrente arriba por la avalancha de lodo, agua y piedras que descendieron por el Torrent Mal.

Sin duda, la tormenta fue una de las más intensas que se han registrado recientemente en la población, una situación extraordinaria a la altura de las sucesivas negligencias de las administraciones, que permitieron construir en zonas de alto riesgo, como las casas nuevas de la carretera de Piera, cuyas cimentaciones quedaron completamente al aire. Solo añadiré que supuso un punto de inflexión en nuestra población a la hora de estudiar y analizar los riesgos naturales. En los últimos años hemos asistido a nuevos desastres asociados a lluvias de alta intensidad, quizás el más impactante fue el del Camping de las Nieves en Biescas, donde el torrente de Arás no soportó la espectacular avalancha, falleciendo cerca de 100 personas. También en Sant Llorenç murieron más de 10 tras una crecida repentina en una rambla que había desaparecido entre el asfalto. Pero no son casos aislados, no. En los últimos cinco años: Andalucía, Cataluña, Cebolla, Tudela, Arganda del Rey o la Cala de Finestrat, aunque no en todos los casos ha habido fallecidos. Pero, si ampliáramos el rango, la lista sería muy larga. ¿Qué tienen en común? En todos los casos se produce una crecida en una rambla que había sido ocupada por asfalto o por construir y permitir acampar en las llanuras de inundación. Sí, el proceso actual de cambio climático aumenta la peligrosidad de los fenómenos extremos (y a su vez se usa como comodín para justificar cualquier desgracia), pero también es verdad que sin el factor humano no existiría ese riesgo… ¿natural? No solo aumenta el riesgo con el cambio climático, sino con la falta de educación ambiental, que niegan unos y otros.

Al cabo de unos días, cómo no, apareció por la zona siniestrada de Esparreguera Jordi Pujol i Soley, con su comitiva y sus coches negros Audi con los cristales tintados. La casa más afectada en el barrio Font, cercana al puente, fue la de María. Yo la acompañaba, mientras el presidente le decía: “No te apenes mujer, ya verás como pronto se solucionará todo este desastre”. “Sí, pero mire usted”, le dijo, “lo que me ha quedado de mi casa después de sacar adelante a nueve hijos”. “A siete he sacado yo, María”, dijo Pujol. Bonita comparación… “Señor, para que usted lo sepa, mientras mi marido levantaba esta casa yo para descansar me sentaba en unos ladrillos porque silla no tenía”. No hubo ninguna ayuda ni reconocimiento, como tampoco se esclarecieron responsabilidades por parte de nadie. En estos casos es más necesaria la ayuda material que cualquier otra consideración o reconocimiento. Evitemos que se repitan casos como el de Biescas 4 años antes y todos los que vinieron después.

Foto de Pere Closas Simó cedida a Línia Nord

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